Hace tiempo me di cuenta que Substack me hace mal. Estoy tan falta de dopamina que este lugar no deja de ser una trampa más, donde me dreno o me daño para obtener un instante placentero de validación externa. Soy como un adicto que no puede darse el lujo de un consumo recreativo. Tal vez si me sintiera bien, esto no sería más que un pasatiempo, una herramienta, una red social más. Pero para mí, esto es otro de mis laberintos donde me pierdo por no ser suficiente. Es el medio kilo de helado que me pido a las once de la noche con culpa. Es la bolsita vacía de MD donde escarbo con el dedo húmedo buscando un miligramo más de satisfacción efímera para continuar la noche. Otra distracción que me ocupa más tiempo mental y real del que me gustaría reconocer.
Y no puedo más. Pateo la notebook a un costado y pongo las manos atrás de la nuca. Detenida por melodramática y por no saber jugar. Me entrego. El monstruo come textos venció y me comió a mi también. Substack es como un pozo sin fondo donde arrojás una infinidad de contenidos que automáticamente se pierden en el pasado. Donde tu nuevo post reemplaza al anterior y donde nada es realmente memorable. Todo es inmediatez, descarte y olvido. Producir, producir, producir. Me despierta un lado competitivo, donde me comparo con gente que escribe increíble o con personas que no me parecen geniales pero tienen miles de seguidores, tal vez porque saben publicitarse o encontraron su famoso nicho. ¿Cuál sería mi nicho? Las que lloran por todo, supongo. Y luego pienso, ¿realmente me interesa todo esto? ¿Es substack un problema real en mi vida?
La diferencia con otras redes sociales es que acá se pone en el paño algo nuevo y desconocido para mi. Realmente no sabía que yo tenía la capacidad de escribir tanto. Me conectó con una forma de transitar angustias muy fuertes y dramas existenciales un tanto novedosas y que aún no entiendo si me hace bien o mal. No tengo otra forma de escribir que no sea a modo de exorcismo literario. Ojalá fuese realmente escritora para sublimar mis experiencias en ficciones. O tal vez poder expresarme más alejada de mi actualidad emocional. Yo dejo mi corazón en estos textos que leen un montón de extraños, escarbo todo lo que duele, pincho la ampolla, paso la lengua por la llaga. ¿Y para qué? Nadie me lo pidió. Pero no puedo hacerlo diferente, por lo menos no en este momento.
No quiero likes, quiero un abrazo largo y reparador. Quiero las disculpas que nunca me pidieron. Quiero que me quieran y nada más. Y este sistema solo me hace repetir en loop el peor de mis defectos: la necesidad de que me digan cuanto valgo. ¡Miren todo lo que me pasó y lo que puedo hacer con eso! ¿No soy maravillosa? Estoy atrapada en esa falsa creencia que por haber vivido muchas tragedias, eso es suficiente para poder sacar un provecho artístico. A veces es cuestión de ser extremadamente creativo y nada más. Evidentemente no es mi caso, no ahora que estoy atravesada por bastante oscuridad. Estoy cansada de vivir en esta constante disonancia cognitiva.
Y por supuesto que podría irme en silencio, simplemente borrar la app y desaparecer. Pero no es mi estilo. No perdería la oportunidad de recibir una última dosis de falopa virtual, así sea la que finalmente acabe con mi corta vida como “bloggera”.
Me da un poco de risa que estoy haciendo una carta de despedida como si tuviese 50.000 suscriptores y como si no fuese a volver en un mes, como la adicta a la atención que soy. Pero qué les puede asombrar, si este lugar es un compendio de gente dramática y asquerosamente ególatra.
Me voy a ir por un tiempo, se que algunos me van a extrañar. Igualmente los leeré desde el más allá. Fue hermoso conocerlos a muchos de ustedes.
Ah, por cierto.
Tengo un alter ego. Un tipo medio cínico, algo snob, bastante roto. Le puse un nombre (
En fin, hasta pronto mis extraños.
Adiós.
Sin, te entiendo. Yo de adicciones algo sé, porque también estuve ahí. Pero para mí sos una amiga. Ya sé, no me digás, tenés razón, la red es una herida absurda. Y las palabras son de lo más tramposo que hay. Acá lo que hay es un océano de palabras, a cual más mentirosa. Quien las escribe capaz que no miente, que dice su verdad, pero las palabras se dejan leer por cualquiera y cada uno las viste con el disfraz que se le antoja. Yo creo estar en el colectivo de quienes te tenemos que pedir perdón con un abrazo. En mi tren de tomarme todo más o menos en joda me fui al pasto con un amarre que te hizo sufrir. Eso, nada más. Quiero decirte que te quiero y me atrevo a dejarte un pedido acompañado, como todo pedido, de una sugerencia: quiero que vuelvas, pero que vuelvas Con Filtro. Nadie anda Sin Filtro por la vida, porque te hacés mierda. Prometo llamarte Con, pero en buen castellano, no en francés. Te la dejo picando. Un abrazo porteño.
Dejate de joder nena. Escribis bien, sos dinámica y graciosa. Quizás algunxs tengan muchos seguidores, un nicho o la pluma más afilada del condado pero son un embole total. Envia SF al 9009 para que siga en la casa más famosa del país ah re.